Atrayendo envidias que brotan de fantasías,
como sueños que al disiparse murmuran
el deseo de allanar la realidad
sólo temiendo descubrir algún indicio
de que la vida etérea se solapa con la real,
envidias que brotan de ideales públicos poco socorridos
por la nuestra naturaleza humana,
mintiendo con nobleza y maestría
a un mundo errante que anhela imitarte.
Descubrir en cada acto temerario
la rara suerte que tiene tu vida
aquella que aunque a diario te acompaña
sólo en la arena reluce
tras dejar satisfecha una imagen propia
que acto con acto se mantiene viva,
no en el público sino en tu mente.
Y sólo así, repitiendo tu autoidolatría
al compás de las cuerdas y la música,
das gusto al siempre prójimo, imitación de tu disfraz.