Todo empezó como en algunos cuentos...
con una bruja, un príncipe y una princesa....
Pero un día la bruja se enamoró del príncipe,
quien compadecido partió su corazón en dos.
El primer pedazo era,
¡Qué afortunada!
para la hermosa princesa.
El segundo pedazo era para la desdichada bruja.
Pero no todo era bello,
pero no todo era crueldad.
Mientras en el día el príncipe era un faro,
por la noche era una vela.
Su amada vela.
Que mejor encanto que el de sus besos.
Que mejor veneno que el de su cuerpo.
Mientras la princesa era radiante,
la bruja moría cada día un poco más.
Pero ese fragmento de corazón,
ese desgastado músculo,
le daba una esperanza,
y dibujaba en su sombrío rostro una sonrisa.
Y entonces,
con tan solo verlo,
ella se sentía la más bella,
aunque su secreto la matara.
Llevaba en la boca el sabor de la doncella y su valiente caballero.
Ella era solo una migaja de pan.
Y mientras más se estiraba y forzaba el hilo rojo del destino,
la bruja solo esperaba ansiosa el momento en que esa cuerda se tensara sobre su cuello.
Y así morir...
Y así re - vivir.
Oculta en las sombras
Con el recuerdo de su amado,
que nunca fue suyo.