Ma. Gloria Carreón Zapata.

AMOR INAGOTABLE (Narrativa)

 

Sorpresivamente hojeando el periódico. Mis ojos se quedaron sin parpadeo al leer la noticia del día. Tu fama amor, publicada en el periódico del día con letras mayúsculas que decía...
\"EL FAMOSO ESCRITOR\", que alegría sentí en ese momento era tanto el amor y la admiración que sentía por ti, que lo repasé no sé cuántas veces hasta quedarme profundamente dormida con el papel abrazado.

Soñé que a tu lado caminaba subiendo la cuesta de un cerro más tú, indiferente a mi presencia seguías andando lentamente como un sonámbulo con la mirada pérdida. No pude evitar que la piel se erizara sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al sospechar tus descabelladas intenciones.

Tu mirada te había delatado y sin desviarla me di cuenta que llevabas tus ojos puestos hacia un precipicio. Por más que quise llamar tu atención fue imposible, al llegar al final me hiciste a un lado pero yo me aferré a tu camisa y al resbalar caí a lo profundo de aquel abismo.

Lo último que escuché de tus labios fue que pronunciaste mi nombre que se fue haciendo eco conforme caía. Aquel grito desgarrador me hizo volver de aquella horrenda zozobra. Más al abrir mis ojos me llevé una gran sorpresa, mis manos apretaban con fuerza aquel pedazo de tu camisa, el botón aún venía prendido del ojal.

Por unos segundos creí estar dentro de aquella pesadilla hasta que reaccioné y de un brinco me levanté de la cama y corrí al teléfono. De lo nerviosa que me sentía no lograba recordar tu número, y al intentarlo varias veces al fin el contestador logró repetir,
...--.\"me encuentro de viaje, por favor deja tu mensaje y a mi regreso te devuelvo la llamada\"…--,
en ese momento me sentí tranquila al escuchar tu voz por unos segundos,
...-¿qué habrá pasado?...--,
de pronto se me ocurrió marcarle a uno de tus mejores amigos pero no,
…--, es mejor ir a verle personalmente, me dije…--,
colgándome aquella gabardina beige que tanto te gusta, salí apresurada sin sentir el frío de aquella mañana del crudo invierno. Mis ojos no dejaban de derramar lágrimas de dolor, no se el por qué presentía que algo malo estaba sucediendo.
Al llegar al departamento de Gonzalo, subí los escalones a grandes zancadas hasta detenerme en el número novecientos diez y nueve,
... -es aquí, lo recuerdo muy bien…--,
me repetí a mí misma.

Tocando fuertemente a punto de echar abajo la puerta, escuché tras de la misma a un hombre que por la voz me pareció tener la edad de un anciano que ya rebasaba los noventa años ¿o acaso cien?

El cual muy sorprendido, abrió la vieja puerta lentamente que no dejaba de hacer un chirrido como queriendo se me venir encima, me miró de arriba abajo, y efectivamente, con una voz cavernosa se dirigió a mí, interrogándome.
…-- Busco a Gonzalo Montemayor, señor, le insistí, es muy urgente comunicarme con él, haga el favor de llamarlo, dígale por favor que Luisa Del Llano lo busca, que me urge hablarle... --.
El hombre con una sonrisa burlona en su rostro y sus ojos que a pesar de la edad tenían el brillo de un adolescente, me invitó a pasar señalándome un antiguo y polvoriento sofá a punto de derribarse, pero yo, haciendo caso omiso me quedé de pie, no sin agradecerle sus atenciones por supuesto.
El hombre se quedó callado por unos segundos para después dejar ver su boca desdentada, de forma extraña volvió a repetir mi nombre entre silabas de manera interrogante.
…-- ¿Lui-sa del Lla-no?...--,
…--, que coincidencia Señorita, hace muchos años tuve un amigo, mi mejor amigo…--.

Le interrumpí desesperada,
…--, insisto señor…--,
el anciano estiró su mano en señal de saludo no sin antes disculparse por no haberlo hecho antes.
…-- Disculpe usted señorita, mi nombre es Gonzalo Montemayor…--,
no pude impedir que un escalofrío recorriera mi cuerpo, me quedé mirándole fijamente por unos segundos, más no intenté reconocerle,
...-- debe haber un error Sr. Gonzalo…--,
dirigiéndome a él; me dejé caer en el antiguo sofá,
…-- yo busco a Gonzalo Montemayor Zárate…,
y él hombre asintiendo con la cabeza y sin dejar de sonreír me contestó de forma contundente.
…-- Soy esa persona que busca, más yo no le recuerdo a usted, no creo conocerle nunca en mi vida le había visto se lo aseguro, más sin embargo su nombre si me es conocido, pero no puede ser posible…--, me dijo.
…-- Ellos no lograron procrear ningún hijo antes de morir…--,
sin dejar de hablar el hombre se puso de pie, y dirigiéndose muy lentamente sin dejar de arrastrar sus cansados pies a un antiguo mueble de madera del cual sacó unas amarillentas y viejas fotografías, regresó a sentarse junto a mí.
Para mi sorpresa me mostró la fotografía de mi amado Antonio, en lo que no logré evitar alzar la voz de la emoción,
...--si, si, es Antonio, mi amado Antonio, le repetí muy emocionada ...,
el viejo sin comprender nada, y con la piel tan trasparente como la del papel que más bien se asemejaba a la de un cadáver, y sus ojos a punto de salirse de sus órbitas de manera incrédula me dijo en voz alta.

…-- ¿Pero usted está loca, cómo es que ha conocido a Antonio si él falleció hace muchísimos años?...--.
Levanté mi mano izquierda mostrándole una argolla de matrimonio, la cual tenía grabada nuestros nombres,
…--, efectivamente, la esposa de Antonio que fue mi mejor amigo se llamó en vida Luisa del Llano...,
…-- ¿ve? yo soy Luisa Del Llano Durán, la esposa de Antonio…--,
el terror se reflejó en los ojos de aquel pobre anciano, y más aún al ver el pedazo de camisa con uno de los botones que ella le mostraba.

…-- Esa era la parte de la vestidura que hacía falta cuando se identificaron los cuerpos…--,
sin hacer ningún comentario al respecto, ya sin comprender nada ninguno de los dos y después de tragar saliva siguió aquel viejo hablando sin dejar de mirarla, sus ojos reflejaban el miedo que en esos momentos recorría su esquelético cuerpo, para después proseguir.
Aún recuerdo como si hubiera sido ayer, Antonio me anunció de su viaje al extranjero y estaba muy contento, los periódicos no hablaban más que de él, una de sus obras literarias le había dado la fama, \"Waldina\", la novela que le llevó al éxito, y junto a su amada Luisa el único amor de su vida recorrerían varios países en la presentación de la obra, pero, se detuvo por unos minutos, el llanto no lo dejaba seguir hablando, y entre suspiros y sollozos le narró a Luisa del lamentable deceso, efectivamente, él mismo les había regalado la argolla de matrimonio el día de la boda, por eso fue que de inmediato la reconoció,
…-- era tan grande el amor que se profesaban…--, siguió,
...-- que siempre juraron que se amarían por toda la eternidad y aún en el más allá…--.
Un grito desgarrador se dejó escuchar, interrumpiendo las últimas palabras del viejo, ante la insólita historia narrada.

Un sepulcral silencio invadió el ambiente, tratando de comprender esta aterradora historia, de nuevo el viejo trajo las pasadas remembranzas de aquella época de estudiantes.
Antonio y él fueron compañeros en la secundaria, Tony como así le decía él, comenzaba a escribir canciones para los grupos de la época, era un joven mucho muy honesto y trabajador, en sus ratos libres prestaba sus servicios en una pequeña librería del pueblo, huérfano de padre, tenía que aportar dinero a casa, vivían de una modesta pensión que les había dejado Don Mauricio, su padre al morir, pero se había disparado aquella crisis económica en el país y era imposible sacar adelante los estudios de él y sus dos hermanos, Lalo y Rafael, un par de años menores que él, y sí que no le quedaba mucho tiempo para escribir, solo en el rato en que le dejaban los clientes de la librería.

Una tarde lluviosa del mes de mayo vio entrar a una chica de tez blanca y de abundante cabellera de color negro azabache, lacio, sus ojos acuosos reflejaban la tristeza personalizada y dirigiéndose a él le habló con cierto nerviosismo.
…-- Busco el libro de Benito Pérez Galdós…--,
…-- ¿lo tienen, Marianela, sabe?, me lo han recomendado como muy bueno..--.
En lo que él, embobado al ver tanta belleza en esa chica de diminuta y frágil figura, simplemente asintió con la cabeza, no logró pronunciar palabra, después de envolver el libro en papel estraza le dijo entre silabas,
…--, esta, muy bueno, estoy seguro que será de su agrado…--.

Sin decir más la joven pagó el libro y salió apresurada del lugar, pero Antonio corrió tras ella al darse cuenta de que había olvidado un pequeño pañuelo de color rosa en el mostrador.
…-- Señorita, señorita…--,
al alcanzarla pudo ver a la luz del sol, como del rostro de la chica desprendía un halo de cierta melancolía, y al sonreírle de manera de agradecimiento, en ese mismo instante Antonio quedó totalmente enamorado de esa extraña joven que ni siquiera conocía, ella le dio la mano en señal de agradecimiento, musitando muy apenas con una voz angelical.
…-- Luisa, Luisa Del Llano, para servirle…--,
En tanto él con cara de quien ha visto un fantasma se quedó parado hasta ver como ella se perdía en la distancia, no supo cuánto tiempo se quedó parado como si estuviera hipnotizado, hasta que un niño que pasaba por ahí lo haló de la camisa para comunicarle que le llamaban en la librería, desde ese día no dejó de pensar en la chica del pañuelo rosa.

…-- Esa misma noche Antonio me buscó…--,
siguió narrando Gonzalo con el rostro desencajado, para contarme que se había enamorado de una hermosa chica y que a pesar de que el pueblo de Texcoco era pequeño nunca en su vida la había visto antes,
…-- y claro así fue…--, prosiguió Luisa,
- yo tenía apenas unos días de haber llegado de Sonoita, el lugar donde nací pero nunca imaginé siquiera que el destino o Dios, que sé yo, me deparaban esa bella sorpresa, desde el mismo instante en que yo le vi, mi corazón dio un vuelco a mil por hora dándome cuenta que Antonio era el amor de mi vida, mi alma gemela…---, respondió Luisa,
y en su rostro se veía reflejada una gran tristeza, más el viejo nada entendía de lo que estaba ocurriendo. En ese momento, Luisa se puso de pie.

Ya sin saber qué hacer ni que decir al respecto se despidió del anciano y muy desilusionada se dirigió hacia la puerta.
A llegar a la entrada volteó y guiñándole un ojo le dijo con una sonrisa forzada.
…--“Cuando el Nilo se seque veras florecer el romanticismo”…--.
El hombre que a duras penas caminaba tras ella para acompañarla a la salida, sintió como que le lanzaban un cubetazo de agua fría en el rostro, no había duda, el guiño y esas mismas palabras pronunciaba ella cada que se despedían.
Sin comprender que era lo que en realidad estaba pasando se aferró de un mueble que estaba cerca para no caer de la impresión, sintió que el alma se le salía del cuerpo, y por un buen rato siguió mirando la fotografía de Antonio que traía en su mano, que casi estaba seguro le sonreía y que a pesar de lo amarillento de la fotografía pudo distinguir un luminoso brillo en la mirada.
Para luego pronunciar una cuantas palabras…
…-- ¿Que está pasando Antonio?, no logro comprender nada…--.
¿Quién es esa mujer que sabe todo de nuestras vidas?.

Autora: Ma Gloria Carreón Zapata
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