Vivir en un mundo sin colores,
ver solo con los ojos del alma,
condenado a vivir en falsa calma,
y conocer los infinitos dolores.
Nacer sin ver el azul del cielo,
ni las cumbre altivas de la sierra,
presentir las maravillas de la tierra,
y andar despacio por el suelo.
La mano no ve pero
acaricia el cálido seno
de la mujer generosa.
Es la mano del jardinero
que se detiene sereno
ante la flor más hermosa.