Casi había olvidado el color de tus ojos
con su pupila citríca refrescándome el alma
con su tornasol cambiante
como la sombra del fatuo fuego eterno,
y el aliento que emana de los reencuentros fortuitos,
había olvidado lo bien que se siente perderte
después de jamás poseerte.
Me había privado de los tortuosos caminos
que llevan a ninguna parte
como queriendo decir:
¡Que jamás he estado en casa,
si no lo he estado contigo!
Puede que al final del día,
quiera esperarte en el andén de la estación,
una vez más, o tres, las que quieras volver,
las que sean necesarias para proclamarte habitual de mi vida,
como el oxígeno que respiro y me llena los pulmones
de esa esencia afrutada que emanas,
como la luna que colma de luz el cuarto acartonado
privado del resplandor de una vela tambaleante,
o el clamor de las voces cotidianas,
que no me significan nada.
Casi había olvidado,
que fuiste musa de matices terenales,
intacta
a las mentiras pustulentas y al ardid,
inocente
con tus actitudes nobles y calmas,
sigilosa y compleja,
cuando desaparecías acompañada del lóbrego de la noche,
V I G E N T E
a pesar del tiempo que envejece y aleja
hasta los más gratos recuerdos,
ante los paisajes cambiantes te eriges triunfante
ante la fría cordillera y el mar de cáracter tropical
tu esencia de mujer divina acalla los rumores
de nubes que viniendo de un lado a otro,
no hacen más que murmurar,
y te vistes con el manto blanco del bosque de niebla
cubriendo los ocelotes pardos que en huida constante
se ocultan entre los lunares de tu cuerpo,
y todas las orquídeas parecen enraizarse allá en tu pelo castaño,
y el jilguero encontró asilo en tu boca,
para dejar escuchar las palabras silentes,
que expresas con tus ojos de verde confidencia.
De lo tropical te quedo yo,
escribiéndote sobre olas que se amarran a la orilla de la playa,
con un espirítu de blanca arena que en los días de norte,
se eleva en el aire y busca infructuosamente durante años,
llegar a tu palaciego recinto.
Y hoy que te encuentro risueña, salvaje y despeinada,
con remanentes de musa pasada,
con la piel tostada tras la estancia en los sitios tropicales
de mil países distantes a este, parecidos más nunca iguales,
te diré de sopetón
Que bonita te ves, casi había olvidado el color de tus ojos...