Pocas veces podía hacer presente,
en todo momento estaba ocupado,
el silencio nunca era buena gente,
espantaban los gritos cual pecado.
Un lugar como pocas fuera visto,
sus formaciones, altas y perfectas,
digno templo de deidades selectas
pero fue usado para dolor maldito.
Miles de almas gritan necesitadas,
un abismo de ausencia fiel emana,
altos sacrificios de bestias pasadas
honraban a la oscuridad profana.
Nadie podía escaparse del mismo,
laberinto cerrado, puertas selladas,
dos pasos hechos soltaba plateada
magia que te consumía los sentidos.
Se perdió aquella cuenta regresiva
que les auguraba llegada ansiada
de un siervo oscuro con su misiva
guiando la población descarriada.
Pensar que todo se mostró diferente
ese día cuando tanto llanto terminó,
fue murmullo visitante que dominó
esos espacios, antes de los dolientes.
Sonido distinto de los ya conocidos,
era algo parecido a la vida misma,
por él, un verdor se mostró nacido
en toda la superficie, hasta la cima.
El templo de la perdición aún existía
pero sus restos quedaron ofuscados;
para algo nuevo él estaba destinado,
crear la vida, que antes allí florecía.