¡Cómo deseo que tu voz sea como ayer
en que en tus tiernos brazos me arrullabas
mientras palpitante con todo tu ser
con dulce ternura me acariciabas!
Y en aquel lugar donde existía el amor
desde lo hermoso de tu lozanía
en que la generosa dádiva de Dios
me dio a tu vida, querida Madre mía.
Ahí, donde la vida es un tesoro
tan valioso como toda tu proeza
en toda tu alegría y sumo decoro
que poco a poco eximió tu belleza.
Madre, yo quiero poner en tu frente
el beso en que te imprima mi cariño
y que al pasar de los años sea indulgente
tu amor aquel como cuando era niño.
Llena de verdad y de toda gracia
en que se conjugaban tus anhelos
como el suspirar que fue de la infancia
consumiendo absolutos tus desvelos.
Madre, gracias mil a Dios el Eterno
que te dio por mi amor de todos mis días
y en su ágape y cuidado sempiterno
me colmó de bendiciones y alegrías.
¡Cómo te amo! Ya la vida corona
tus virtudes todas que sin egoísmo
eres el espejo en que ya se adorna
en mí aquella imagen de tu ser mismo.