Amanece a deshora esta mañana
que aún yace descuidada sobre el lecho
exhalando el último suspiro de la noche;
y late en mí como moneda
en la palma de la mano de Caronte,
como semblante sin pasado
que a lo vivo me lastrara.
En la habitación,
la puerta a media luz abierta,
aún se demoran las sombras
en ese incierto paisaje de lo umbrío
que, con su tremolar de réquiem,
pasan dejando un olor a hollín
de noche insomne, inacabada,
como impropio desorden
que a nada pone nombre.
Al borde del ayer,
se dobla del revés mi pequeño universo
como un mayo que doblará al viento las espigas
en la insustancial gravedad de su existencia,
en un mero afán de inmortalidad
que se devana en la anatomía de mis sueños
como una ruina que fuera preconcebida
conciencia que diera noticia de uno mismo.
La mirada inmóvil,
y ese sabor salado sobre el hueso
como impronta, que es idioma común
de la barbarie cuando los cuerpos
se atraen y, a un tiempo, se desangran
como si carecieran del ingenuo tacto de la memoria,
llevados, tan solo, por la leva de la costumbre
a hollar allí donde brota la sed que no se sacia.
\"Arena en los bolsillos\" (2015)
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