En mi valle los chopos cantan al unísono
suaves canciones,
me envuelven en una polifonía
de hojas redondas y amorosas;
parecen decir:
qué feliz, qué feliz...
Aquí, frente al océano,
los eucaliptos gritan a mi espalda,
estridentes, lacerantes...
Y en su grito parecen decir...
¿por qué nos pusistéis aquí?