Hay noches que parecen infinitas,
como si se tratase de un camino de tu cuerpo,
el de tus piernas, por ejemplo.
Donde sólo he podido tocar
el corazón de poemas muertos que me cargo.
Acariciarlo,
embriagarlo
y darle de mi boca para que hable
y diga la sangre fría que lo enferma.
Darle ese placer de estar en soledad,
una soledad que llena el estómago con
perfumadas profecías.
Darle el control de la muerte
y las vidas de un gato.
Darle sustos para que palpite más rápido
y no pierda más el tiempo buscando retratos.
Darle prólogos que lo inspire
a hacer amores.
Sé que sabes de lo que hablo,
conoces como me he derrumbado
sólo por verte llorar.
Estas noches que me cubren
como si fuesen mi piel
tratan de ti
y de tu ternura a la hora de decir disparates.
Estas noches que no me dejan dormir
hablan como locos que apenas
saben dar un beso.
Y que puedo decirles yo
si hace tiempo que no te veo.
Ni en mis lentes te quedas,
ni en el vientre de mi cama te haces vino.
Te quiero ver como antes,
cuando acostumbrabas vestir de mis brazos,
durmiendo con el ruido de mis zapatos,
y las voces de las gentes
que aún nos inspiran.
-JG