Como surco sobre la yerma tierra,
me atrevo a soñarte
arañando con mi voz las notas del silencio,
vuelta la espalda hacia el olvido,
y el corazón abierto al mar
para dolerme de cada herida tuya.
Y miro al mar a través de tus ojos ausentes,
y no lo veo sino en su confusión de inmensidad,
sumido en la nostalgia de su propio eco
cuando desanda el sol el horizonte,
pues ya la noche se cierra a los caminos
donde de vagar hace premura el viento.
Mas, aún, puedo ver el mar
a la ciega luz de mi memoria,
en la cercanía de la playa,
en sus arenas fatigadas,
enrocándome en cada intervalo de ola...
y su rumor es un llanto que no cesa.
Hirviente batahola
que, en su belleza, evoca eternidad;
la eternidad de aquél
que siendo oceánica gnosis,
epítome de azules ecos,
fue nudo propietario de esa heredad
del tiempo que es la tierra.
\"Arena en los bolsillos\" (2015)
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