Fatima Momó

Estancias donde no abro los ojos

Limpiando la casa donde habito

entro en mis estancias escondidas

donde moran ingrávidos fantasmas

de olvidados príncipes que han muerto.

A veces, abro los ojos cuando entro,

pero pocas, no me gusta encontrarme

la niña que llora en los rincones...

Me asomo a desafiantes balcones

que emergen de muros que no existen

y miro sin ver el panorama,

paisajes desteñidos, anodinos,

perfectos, que no me dicen nada,

pero no me hacen daño al contemplarlos...

Cajones de escritorios empolvados

guardan hojas dobladas, con palabras

que no se pronunciar sin sonrojarme,

y al abrirlos, a riesgo de asustarme,

preguntas sin respuestas alzan vuelos

como atónitas palomas mensajeras.

Instintos animales se amalgaman

con alocados sueños de poeta,

ocupando asimétricos estantes

de muebles que parecen imposibles.

Deseo, hambre, sed, alma, emociones...

yacen aquí tambien desparramados

encima y por debajo de las mesas.

Los espejos que adornan las paredes

me devuelven reflejos que no quiero.

Y la niña que llora en los rincones,

mientras tanto, remienda mis historias

con los hilos de agua de sus lágrimas.