Por aquella grande puerta dorada,
al lugar llamado Jerusalén,
callado muy pensativo avanzaba,
sin ser esa tierra la del Edèn,
cumpliendo asì la profecìa sagrada.
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El iba montado sobre un borrico,
guiado al consabido destino final,
quien mucho distaba de ser un rico,
en un Domingo de Pascua especial,
El Hijo se encaminaba hacia el pórtico,
del templo para a su Padre implorar.
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Un aldeano humilde y amoroso,
cuya grandeza en espíritu tenìa,
en palabras de esperanza exponía,
llamado Jesùs, de Nazareh en gozo,
y que a los hombres querìa cambiar.
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Multitud emocionada le seguían,
con la viva esperanza en el confiaban,
ya gentes de muchas partes le amaban,
y en sus manos la Palma real batìan.
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Los salmos de David ellos cantaban:
-Bendito sea el enviado del Reino,
de Nuestro Padre [David]Palestino,
Gloria en las alturas. Paz en la tierra
¡Hosanna! ¡Hosanna! en los cielos divinos.
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Raquelinamor
Miami 2017-32