Al reflejar su rostro en el espejo
pude ver su sonrisa,
un poco rota, un poco adictiva,
de esas que te atrapan
y te arrastran al infierno.
Sus ojos reflejaban el más dulce cielo.
Era un ángel con alma de demonio.
Pero era su alma el infierno más bonito
con el que coincidí.
Todo de él me cautivaba, me enloquecía,
me hacía estremecer.
Era mi universo infinito,
en el que me gustaba perderme
cuando no salía el sol, cuando ya no quedaba nada...
ni esperanzas, ni pensamientos, ni palabras.
Cuando ya no quedaba nada que sanará mi corazón.