\"¿Podría seguir deseando aunque me hayas hecho tanto daño?
Tal vez él miraba mis trasparentes ojos con su objetivo de dolor.
Recordando lo mágnifico que sería dejar una huella propia,
un recuerdo más en sus memorias:
el hecho de tener un cuerpo desnudo al lado para
abrazarle, besar y escucharle.
Un cuerpo que te anhela
y te ansía lleno de placer...
Tal vez grabado,
llamándolo
\"Dulce amor. Mi nena de los ojos claros\".
Procurando que lo nuestro,
lo mío,
se quedara con él.
En su boca, sus palabras,
sus gestos
y sus lágrimas.
Haciéndome callar y
avergonzarme de ello.
Avergonzárme
sobre nuestras noches de luna caliente,
nuestros gemidos ahogados en los calores de nuestros cuerpos y
fríos
en el ambiente.
Avergonzárme
de nuestro futuro cuando le dije que sí,
que quería una vida a su lado,
aún poniendo a la suerte que todo podría terminarse.
Ah...
lo siento vida mía,
pero no neguemos que éso lo fue.
Me recordaste,
cada noche,
hacerte saber que era sólo tuya...
que mis placeres
y mi espíritu te pertenecían,
haciendo insignificante nuestros espacios,
nuestras libertades.
No digas que por las noches no me extrañas,
que mi ausencia
se hace presente en tus segundos de soledad,
tu pecho
se siente vacío sin el calor de mi pelo castaño sobre él...
Sin el gemido
que contesta tus suaves roces.
A veces
estos mismos pensáres
me llevan a preguntarme qué tan delicado es el otro cuerpo que tanto tocas,
si también ellas son capaces de dedicarte sus letras,
y las palabras que usan
el mismo placer con el cual yo lo hacia.
Tal vez sea el egoísmo
al decirnos que nos queríamos.
Mi interior diciendo que jamás iba a extrañarte
y vos gritándo que me amabas.
No sigas mintiendo,
vida mía.\"
Dorian.