Haré del ruido de los árboles,
el murmullo de los ríos
y el bramido del mar
el sonido de mi silencio.
Del aleteo de las mariposas,
el crujir de las hojas
y el murmurar de las abejas
la voz apagada de mi queja.
Si en el silencio de la noche
la inquietud de las letras
me oprimen el pecho
daré alas...
a lo que nunca pudo volar.
Pies...
a lo que jamás caminó
por los senderos líricos
de metáforas ignotas.
Brazos...
a lo que nunca nadó
por las corrientes impetuosas
de tropos multicolor
y paradojas ilusionadas
por bellas retóricas.
Y corazón...
a epítetos emocionados
por la personificación metonímica
del encuentro con mi amada
en el viejo y cansado continente.