Dos mil años y contando, dos mil años han pasado
Y aún sigo crucificado. Aún sigo colgado de este poste
Aún mis manos están sangrando, atravesadas por clavos
Y en mi pecho, la herida sigue abierta, y sigue sangrando.
¿Qué pasó? ¿No era acaso este sacrificio suficiente,
Para aliviar los dolores humanos y redimirlos del pecado?
Dos mil años han pasado, y el mundo, si, nuestro mundo
No ha cambiado. Ni siquiera un ápice, ni siquiera algo.
¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué es aún necesario
Que sigamos crucificando a inocentes, y castigarlos
Hacer que sangren, hacer que sufran, hacer que mueran,
Y no cambiemos ni siquiera un poco, ni siquiera algo?
Ya no puedo más. Ya no quiero seguir con este martirio largo.
Aparta de mi este cáliz. Ya no es un pedido, ya no.
Ahora te lo digo, te lo exijo. Ya no quiero seguir
En este vano intento de salvar a la humanidad,
De curar sus heridas, de limpiar sus pecados. Ya no más.
Ellos quieren seguir así, y lo han demostrado.
No quieren un salvador, nunca lo necesitaron.
Solamente quieren vivir a su manera, con sus pecados,
E incluso se jactan de hacerlo así. Incluso lo cantan
Y lo gritan a los cuatro vientos, que son felices por algo...
Ya no queda nada más, que sentarnos a esperar
Y observar tranquilamente lo que ellos harán
Con su vida, con su casa, con su pequeño hogar.
No necesitan de nosotros, así lo quisieron, así será.
Vayámonos a otro lugar, a otra historia a intentar
Salvar a una nueva, diferente a ésta, humanidad...