Me encuentro en un limbo suspendido,
ansiando pronunciar ya distintas palabras
que al tiempo, a callarlas me obligo.
El miedo me limita, ata en mi boca su mordaza.
No siempre me serena esa calma que proyectas,
hay veces que gritando quiero sacarte de quicio:
\"¡Muéstrate, sal de tu parapeto acomodaticio!\"
Y sí, usaría como artimaña urdímbres abyéctas.
¿Soy entonces cavernaria sin noción del arbitrio?
¿Involucionáda?, quizá, pero nunca envilecida.
Seré puro nervio y sangre y piel y vísceras,
salvaje medio desnuda gobernada por su instinto.
Intúyo que tal vez la disuasória, la inútil prudencia,
es el freno que se impone contra tu voluntad.
A los sentimientos otórgales criterio y libertad;
lo que admiro, lo que deseo, es tu esencia.
Carmen C. Lizarán
-m.d.a.c.-