Le pongo velas a mi espíritu,
tumbado en un ataúd de lágrimas,
espinas llenas de rosas le rodeaban
bajo nubes llenas de cielo.
Era feliz
comentaban mis entrañas tras las llamas.
Su sombra se ha hecho ceniza
leían mis ojos
tras arder con sus labios.
Pide que cierren los paracaídas,
solo quiere sentir que cae en su abismo
y se rompe,
no soporta más vivir cosido por un hilo fino,
amenazado por el filo del destino.