Amarillo madurando, resplandor de una tarde
donde el humano se dilata en sombras.
Las horas pasan como intocables alfombras
que cambia Dios al sentir un sol que arde.
Aparece un tronar lejano, de polvo gris
de agua y hielo, y aire y ramas que aguardan
los otoños blancos, y aquellos que escapan
no sienten la caída añeja en esta metrópolis.
Sabes, tengo la sensación que me lees cuando estoy aquí, escribiendo.
Siento la dorada sensación de tus ojos viejos y la blanca de tus ojos jóvenes.
Y la siento a ella, tan nueva. Y en este momento estoy en esta ciudad
cerca de una tormenta.
La siento viva y cerca (¿A ella? ¿O la tormenta?).La siento en cada palabra de
los poemas, y te siento como el amigo que vivió, alguna vez, las horas que se
ganan en recordar sentimientos.
Despacio dejo los espacios donde rojas
tardes pase con ella. Y camino con mis dedos
las absurdas memorias de días donde miedos
nublaron mis luces de esta historia.
Y pronto caerá los sonidos de la euforia.
Pronto me llegarás lluvia que mojas.