Dejé la poesía en un costado
y el mundo me arañó con sus crueldades,
pandemónium violento y desquiciado,
espejo de crudas realidades.
Demencial fanatismo adoctrinado,
nido oscuro de las atrocidades
que lleva como signo el terrorismo
y sus odios lindando al paroxismo.
Por las calles acechan los chacales
en busca de saciar sus apetitos,
sus ansias primitivas y carnales,
no importarán los ruegos ni los gritos.
ni una flor deshojada en los umbrales
con los ojos cegados y marchitos.
¡Qué importa la justicia de los buenos,
qué importan los carteles “Ni una menos”!
Surcan el aire bombas y misiles
destruyendo poblados inocentes,
negras aves que inmolarán a miles
que jamás entendieron de insurgentes
ni de los otros ¿Quiénes son los viles
que en nombre de la paz matan las gentes?
Quizá un día lo aclarará la historia,
si es que quedan vestigios o memoria.
En las pantallas del hipermercado
desfilan los cañones y las tropas,
mostrando un poderío enajenado.
Nadie mira al mendigo con sus ropas
ajadas y su pelo alborotado,
cuenta más que sus ollas y sus copas
se encuentren rebosantes, siempre llenas
al momento de almuerzos y de cenas.
Vuelvo con urgencia a mi poesía
y entre la bruma gris de este paisaje
busco refugio en una melodía,
que recubra lo cruel y lo salvaje
donde tanta alimaña hace su día.
Se oye un trino en el fondo del ramaje,
ríe el niño, se ultima la labranza
y un nuevo día aumenta la esperanza.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Imagen de la web)