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Si digo sí ella me mira, y en sus ojos puedo ver un no. Si digo que no se manifiesta intranquila y en el acto del n…o me dice s…i.
No puedo decir que no, si me dice sí. No puedo entonces callar, si sus labios no entonan la dulce melodías de algunas palabras.
Ella juega a jugar. Con su marioneta azul de la mano va. Da cuerdas al muñeco de fibras plásticas para lograr un no, cuando por las ondas vibratorias del aire susurra un “no” encantado.
Baila con la danza que la premió la libertad, el día aquel que rompió las cadenas de la opresión subalterna del “capaz”.
Sus pies se mueven desnudos, al compás de un arpa celestial que se aleja, que se viene y se va.
Si me digo que sí, se da modos de encontrar e implantar un no. Me mira a los ojos y veo en los de ella, temblar al sujeto de la indecisión.
Ella dice sí cuando digo no… entonces no se puede hablar. No y sí tampoco se pueden ocultar. De modo que sí será sí, si y solo si ella lo dice, y no será no, si y solo si a ella se le antoje.
Mientras tanto solo me encargaré de hacer girar la perilla para que el muñeco azul asienta “sí” cuando ella diga “no”.