Despabilando mis sentimientos absurdos,
absorbiendo recuerdos sobrantes.
La tarde abigarrada cae sobre mi cuerpo.
Ayer tenía la ilusión de besarte,
de gritar y susurrar que te quiero.
Ahora que tu adiós ha venido,
y que tus palabras se alejan a 140 kilómetros por hora,
llegó el invierno que trajo consigo un café,
dos cigarrillos, una pluma y papel arrastrado
por los vientos de antaño.
Reconozco este capítulo
al no seguir la historia.
Hoy… empecé a querer olvidarte y, en contraste,
resulta que es más fácil y divertido el jugar a ser tu amor;
el inventarte en las noches nerviosas,
y alucinar tus manos suaves que siempre quise,
y tus labios de néctar de los dioses olvidados.