“El amor fue escuela de enseñanzas hermosas,/ para darme y para darte,/ tú aprendiste muchas cosas.../ yo sólo aprendí a amarte”.
Detrás de esa mirada que refleja timidez,
en esa sonrisa que proyecta cierto miedo,
hay una mortal que es inmortal a la vez
porque dejarla morir en mi alma no puedo.
En ese temblor de tus manos al tocarme,
en ese erizamiento continuo de tu piel,
hay una mujer tan dulce que al besarme,
supera en su dulzura lo dulce de la miel.
En esa espalda que ante mí se descubre,
veo tantos lunares y pecas que he besado,
que a veces creo que la ropa que los cubre
se pregunta por qué no te la he quitado.
En esa respiración que por mí se acelera,
hay una inquietud que grita mi nombre,
lo puede pronunciar de cualquier manera
y me dice siempre que soy yo ese hombre.
En tus pechos hermosos y por mí erectos
hay una pasión que en tu pecho se siembra,
no me importa cómo sean, son perfectos
y soles maravillosos de una hermosa hembra.
En tus pies, que siempre a besar me dedico,
descubro sólo por rozarlos que eres sensible,
en posición para besarlos mucho me ubico
y una emoción que te asalta se vuelve factible.
En la humedad que subiendo por ti me moja
percibo tu ansiedad y pérdida de tus sentidos,
me pierdo en tu jardín, en tu flor que se deshoja
y en el silencio que me amas proclaman tus gemidos.
Sólo por la forma en que mi nombre repites ansiosa
puedo en esos momentos yo saber cómo me llamo,
tú descubriéndote ante mí, inmortal, maravillosa…
y yo muy feliz descubriendo a la mujer que amo.
Original de Álvaro Márquez
Caracas, Venezuela
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