Refugio de los abuelos,
mi vieja casa de campo,
te has convertido en tapera,
sin dejar oír tu llanto.
De las manos de mis padres,
aquí mis primeros pasos,
recorrieron tus estancias,
entre caricias y abrazos.
Y a través de las ventanas,
dejaste escapar un canto,
desgarrando tu alegría,
cuando partí hacia el ocaso.
Me negaron tu presencia,
por el resto de estos años,
equivocados senderos,
de sueños siempre lejanos.
Se que aun guardan tus paredes,
que se asentaron en barro,
los soles de mi niñez,
con sus recuerdos de antaño.
Descúbrelos a mi alma,
que desecha esta en pedazos,
y añora de ti el amor,
que abrigaba en tu regazo.