Calandria
que me despiertas...
y de dicha y luz
me transfiguras,
zaherida de rayo
aún me atas...
a la sempiterna
sombra
de la aurora,
siembra mi corazón
de puro fuego...
en la inevitable hora
del almendro,
aquella que vence
y muere...
entre esclarecidos
labios,
y heridas rosas.