Señor, hasta aquí me has ayudado
a cargar esta insoportable carga,
nunca me has dejado desamparado
el día lóbrego, la noche amarga.
Aunque esta carga que me embarga
el alma, que el sosiego me ha robado,
es como una espina férrea y larga
que penetra mi corazón enamorado.
¡Ay Señor! Y esta espina es apenas
el ensayo de mis funestas penas
y el preludio de una honda agonía;
Y cuando penetra mi corazón inerte,
como un gotero en mi corazón vierte
sus ácidas gotas de melancolía.