(Para Catalina la del pueblo)
Con el pelo rizo,
descalza y las
manos mugrientas,
ella caminaba como
flotando en el aire.
El camino se
llenaba del olor
de las flores
que cortaba
en los jardines ajenos.
Aunque vivía ajena
a la realidad del mundo,
nadie como ella
tenía tanta belleza.
Pero era salvaje,
peligrosa y
solo jugaba
con las mariposas.