Desfallezco.
Me deshago en caricias al contacto
de la hiedra que del balcón pende.
Me traigo a tu memoria peregrina
como el benceno se arroja al acaso.
No te siento en mis adentros
porque la divisa de amargura
que me envuelve detiene
el ascenso de tu marea.
Me niego a olvidarte.
Me niego a negarte en el duro
tránsito del exilio que me acecha.
Pretendo mirarte al través de un
susurro que tiemble de carmín el
pecho ardiente que me acoge, el
lecho de espinas rosas.
No sé si debo decir que el esquema
amarillo de silencio que me
envuelve tiene fecha de caducidad.
Lo dudo...
La mancha de mora con otra verde
se quita... pero tu mancha no es
morada, es de un negro opalino que
insiste en su negrura. Recuerdo que
gotea, borbotea en mis comisuras.
Desaliento.