¡No me encarguéis unos versos florales!
Yo sólo sé…
ofrecer a la fértil diosa Muerte
las palabras deshojadas del árbol de la vida;
estampar contra el suelo el bolígrafo
con la rabia contenida en los adentros;
recoger la tinta derramada con los sentimientos
ocultos en la forzada sonrisa diaria;
cubrirme con mi sombra como única mortaja;
acariciar la morbidez de los pecados,
sentir como ángel caído, adolescente dolido;
escuchar la palabra más reprimida;
buscar los sentimientos más humildes
en las profundidades de nuestro Averno;
sudar suspiros en las noches febriles;
precipitarme cada mañana a la vida con vértigo;
buscar la humanidad dentro del hombre;
ser hijo de un tiempo y de una situación;
hacer difícil lo más fácil;
poner mis lágrimas en vuestros ojos;
convertir la palabra más incierta
en el silencio más apagado,
cantar a las nuevas vidas y a pesar de los pesares…