Recuerdo aquel niño
con ojos de alba y dicha traviesa
desfigurarse con el tiempo
y sus demonios;
al alcohol, risueño y ágil,
follarle la mente hasta matarla,
y a su madre,
pueril instructora de sus desgracias ajenas...
Aún conservo su escudo de risa,
su corazón de Medusa,
su fervor descendiente
y su vacuidad temprana...
Recuerdo a aquel niño
perdiendo el alma.