Sucede cada vez que termino una carta
aquellas que clama por tiempos mejores;
en el encabezado dejo mi escencia
con un hálito reticente y suavidad
te informo sobre la vida presente
y te cuento quizá sobre aquellas nubes
que cubren la luna,
o sobre esos oleajes que claman salvajes
y por sobretodo, ese golpe mudo
que la vida azota derrepente.
Mientras saltan las líneas,
tambien lo hace el alma
por cada renglon que se desenfunda
como una espada sin filo
que razga inevitablemente mi carne
por cada verdad callada que en letras
se hace presente, la derrota de la tirania
yergue entumida y la soledad bosteza,
se encorva tímida en la espera
mientras una voluntad temblante
prosigue con la enmienda
dictando desnudos, sofocando barreras
libres como rayos ondulantes
que parten la tierra
las escuetas palabras lloran
en la escena.
Finalmente un abismo se forma,
por cada punto se separa la tierra
por cada aparte se agrandan los cielos,
en ese fatídico instante en que cambian los turnos
y se erigen las promesas,
donde doy paso al viento frío
del dolor que no te llega.
Es allí donde un punto oscuro se forma,
cuando la tinta se atiborra en la hoja
pues no pretendo saber la respuesta
y mientras mi mano duda
las manchas oscuras profanan
el cuerpo de purezas retenidas
y de él hacen un festín
el orgullo y la tristeza,
poco se puede hacer
si las letras aún siguen ahí
camufladas en un papel negro
solo que tus ojos nunca
podrán leerlas.