Migran las almas a islas de bits y bytes
sin mesura
sin recato
como la ola impetuosa que se esparce en el océano.
Mundos de encaje tempestuoso
aguas bruscas en cuyo borde; se atosiga la ruta de regreso
¿Dondé está Moisés?
¿Dondé está el mar rojo?.
La humanidad agrieta su cauce
pues abruma a sus más íntimos lazos
sin remo y a la deriva
¡el hombre es tan frágil!;
cual recuerdo fijado en las arenas.
El espíritu analógico ya cabalga en el abismo;
pues un invierno crudo se anidó en las estaciones.
Ya la brújula, no apunta más al norte
extirpó su apelativo para autonombrarse:
\"Dispositivo Móvil\".
Se hilvanaron limbos como madejas en costura
pues la Biblia de aquel paraje;
evangeliza con indiferencia.
¡Las huestes digitales no son un enemigo!
el precipicio se invoca al olvidar...
¡¿A QUE HUELEN LAS FLORES?!.
(El poema se consagra a partir de la vivencia o se desmiente en la omisión)