¡Qué triste te siento soledad!
Déjame acompañarte ahora
en el silencio y la sobriedad
para que ya no estés más sola.
¡Qué triste es ya todo en la ausencia
de aquellas las pasadas cosas
que va apartando la distancia
al volverlas vanas y ociosas!
Y no te llenes de amargura
si con la voz de la conciencia
meditas el tiempo en que dura
la brevedad de la existencia.
¡Oh! Soledad, compañera mía,
Sé benigna cuando aparezcas
para darme el gozo de la alegría
y apartar todas mis tristezas.
Ya no estés triste, ni me duelas.
Quiero encontrarte cotidiana
donde fugaces nuestras penas
se olviden en cada mañana.