Nadie ni nada se te parece
ni siquiera aquella esquina desnuda,
ni la mesa, ni el cuadro,
ni la percha, ni el cenicero.
Ningún transeúnte
aunque corra al tranvía bajo la lluvia.
Miles de poetas, ruidos,
todos los colores,
un paraguas, un panqueque
y la lámpara amarillenta de sueños
quema y duele.
Nadie ni nada se te parece,
solo queda muy poco de ti,
como una sombra que ya no es
y se espanta.
El aroma lleno de ausencia,
mastico aún como tabaco ruin
la agria soledad
de viejas palabras recitadas,
versos pendientes de las orejas
hasta desvanecerse
en el aún te quiero
lleno de cicatrices.