Y soñé contigo...
Dormía descalza
y llegaste a mi alcoba.
Como un príncipe azul,
en vez de besarme
comenzaste a vestirme
con dorados hilos
que tejias diestro
sobre mi cuerpo.
Ibas cubriendo,
magistralmente mi torso,
con aquellos hilos de filigrana.
Lentamente, la desnudez
se vistió de caricias
sutiles e ingrávidas
que me envolvían
sin decir palabra.
De pronto los hilos de la red
que habías tejido en mi mente
se enlazaron a tu alma
y ya no hay vuelta atrás.
Las olas nos alcanzan
en la orilla de la playa
y los dos, atrapados,
en la fina red de fantasía,
compenetrados en un abrazo
esperando despertar
para ver si el sueño de encontrarnos,
como me imaginaste,
se hace realidad.