Llevo un tiempo dándome asco,
soy un aborigen de la caverna oscura,
como si Platón me hubiera encadenado
mirando la luz y buscase la sombra todo
el rato. El peligro de todo esto es que la
tentación de permanecer en el desprecio
exige demasiada voluntad para vivir en el bien,
todos estamos hechos de carne y fuego,
y quien visita demasiado el infierno,
puede desear morir enterrado bajo cubitos
de hielo, y no es el caso. Taparse la nariz
no funciona cuando uno tiene verdadera
aversión por algo, lo traga y, según creo,
aún vuelca más asco adentro.
Mirarse al espejo en el ascensor es visitar al
vecino del infierno, sin poder escupirle a la cara,
por tener que limpiarlo luego.