Marcha de la casa a vuelo de página
una gaviota parda que come ranas
bajo la almohada. El incómodo cuello
avisa de su llegada: \"si no te das prisa
suena otra alarma\". El desierto en la
colcha deja de color de duna el
sueño en que me bebía tu sed. Estábamos
en cueros, en el espejismo de la felicidad,
un silencio de otro mundo y el oasis
de unas sábanas con estampado de
nenufar. Tus brazos, más largos de lo
normal, daban vueltas sobre mi periferia,
el diámetro de ambos había dejado las
medidas en el sueño anterior y, solo, a través
de un ascensor de polvo de luna, podrían
encontrar la llave para dar con nosotros.
En el titubeo de tu huida despejó mi sombra
el aire de la ventana y la palmera dejó de
protegerme del sol abrasador del desierto.
La verdad es que siestas así son fruto del
misterio, pero la próxima vez, gaviota, deja
las ranas bajo la almohada, o si coges el
móvil, desactiva las alarmas.