Zoraya M. Rodríguez

**~Mini - Cuentos XV~**

 


Había una vez una niña sentada en el banco de la iglesia con un lazo rosa. Cuando se vá de la iglesia se queda el lazo en el banco. Al regresar el lazo se lo llevó una anciana. Que tejía trajes hermosos. Una vez tejió uno con un lazo rosa. Cuando se lo regala a la niña, y volvió a tener la niña a su lazo rosa.

Moraleja: “No todo lo que pierdes crees que esta perdido”.

 

 

Había una vez un joven llamado Pedro. Él, tenía botas grandes en sus pies. Y por una vez se las dejó de poner. Cuando de sus botas salió un duende. Un duende petulante y le dijo, -“yo vivo aquí”-. Y Pedro se sorprendió tanto hasta que se hicieron amigos. Y más nunca se puso sus botas.

Moraleja: “De la nada siempre sale algo”.

 

Había una vez un joven llamado Carlos. Éste joven tenía las orejas muy grandes. Y decide hacer una careta de disfraces con su rostro y por supuesto con sus orejas grandes. Y le fue muy bien en su vida económica.

 

Moraleja: “Todo tiene una razón de ser”.

 

Había una vez tres piedras en el camino. Una le dice a un niño llévame contigo. Y la otra a un joven mayor. Y por último, la tercera piedra a un anciano. Y ninguno escuchó lo que decían las piedras. Entonces, las piedras se enredaron cada una en sus pies. Cuando los hizo caer al suelo.  

 

Moraleja: “No todo es posible de escuchar”.

 

Había una vez una araña en la pared. Y ésta habla y le dice a la pared,  -“quédate quieta, no te muevas”-. Era un temblor.

 

Moraleja: “Existen cosas sobrenaturales ajenas a nuestro poder”.

 

Había un camino con copos de nieve. Y era la nieve en el camino. Cuando un joven decide caminar por el camino se resbala y no puede levantarse del suelo.

 

Moraleja: “En la vida existen peligros”.

 

Había un niño llamado Luis en la escuela. Él, tenía un compás de color verde plástico. Con ese compás él hacía muchos círculos y dibujos. Hasta que un día se le pierde. Luis queda triste por lo sucedido y su mamá le compra otro. No era igual en tamaño, forma y color. Y queda triste nuevamente. Él, decide que más nunca ha de utilizar un compás. Cuando llega a adulto lo encuentra tirado en un recóndito lugar del atrio. Él, dice, -“dije un día nunca más utilizarlo y cumplió lo prometido”-.

 

Moraleja: “La promesas se cumplen”.