Se vierte mi labio
de azucena...
y se anuda de lirio
olvidadizo,
maldice la herida
que no sangra...
entre lánguidos
y homéricos
latidos,
¡Oh herida...
apenas susurrada,
en el bosque
imponderable
de su dicha... !,
desnuda el alma
desplazada...
en el piélago
inconfesable
de sus rizos.