Alberto Escobar

Guitarra blanca.

 

 

Abro
la
puerta.
Veo una guitarra de espaldas
contorneando un vestido blanco.


Mira el espejo que tiene justo ahí,
delante de su boca en forma de W.
Miro ese mismo espejo y miro a 
ella, todo a un tiempo.


La guitarra entera
-desde el mástil al puente-
permanece en posición fetal, se
retuerce en su cordón umbilical 
para olvidar que existe, su mundo
sigue gritándole su regreso, un
mundo incoloro, inodoro e insípido  
con algún electrolito disuelto.

Me acerco al espejo sin rozar su
vestido.

Resuelvo su enigma para colocarme
del otro lado.


Me quedo unos segundos, que se me
antojan lustros, viviendo mi realidad
desde la otredad.


Salgo de Wonderland y entro en
Normalland con el deseo de aprender
a tocar esa guitarra.


De repente se levanta de su isla para
saludarme, me manda un beso por
email que no recibo por no estar
conectado todavía y me pregunta:

 

¿Qué te apetece cenar?