Están aquí con su ojo de lluvia desangelado,
sus finas manos de hielo,
y esos cuerpos empapados.
Quieren oír que somos seres inacabados de rodillas,
que no terminamos de nacer hasta morir,
y que vivimos en la fragilidad de un rayo.
Pero tienen que saber,
que soportamos huesos de manos cansadas,
que podemos cantar, crecer y hasta caer
con los pies erguidos en el pastizal.
Y nos tiene que dejar
por ser abrigo volvernos fuego,
por ser más libres, sentirnos mar