Mi alma llora suplicando piedad, piedad de tí mujer,
que me has abandonado y lanzado al cesto del olvido.
Te añoro los lunes, martes, miércoles. Sin embargo, te odio unos cuantos días,
ya te lo había dicho ¿no es así?
Todo aquello es por este rechazo, por este olvido, por este tormento.
Más que todo por esta soledad precaria,
quizás prematura a mi corta edad, inmensa,
pero no es para tanto, no tan inmensa como mis ganas de verte y tocarte.
Seguramente cuando tu duermes niña, el aire es dulce como tus muslos riquísimos,
tu cabello es magia y tu vientre sabe a nueces,
como esos besos que a veces, tras un helado nos dimos.