En mi memoria vive el recuerdo de aquellas vacaciones
Un cuatro de enero de 2007, en que nuestras almas apenadas
salieron como fantasmas en busca de otras miradas
para encontrar la música perfecta de nuestras almas quebrantadas.
Envueltos en un nebuloso velo fuimos a las sierras
para recuperarnos de tantos machucones recibidos.
El año anterior había sido tan duro, que nos demolió el ánimo.
El lugar fue tan bello, que entramos en un éxtasis de cielo,
y vivimos el cálido frescor de la naturaleza, en su pureza natural.
Esas serranías hicieron el milagro, nos devolvieron las ilusiones
y las quimeras perdidas, reforzando los latidos del corazón,
la serenidad fue la partitura de tal recuperación.
El trajín diario, el horario y los inconvenientes familiares
nos habían marchitado, pero, la naturaleza y su esencia
se encargó de materializar esa realidad que ambicionábamos
con sus amaneceres diáfanos lleno de trinos y aromas
Allí, juntos, recuperamos todo lo perdido y disfrutamos
del colorido de los cerros cuando la tarde se perdía
y llegaba las noche iluminada por titilantes luciérnagas
que revoloteaban lujuriosas y ambiciosas por el aire.
En nuestras reposeras, tomados de las manos
nos reconciliamos con la vida y la libertad que amábamos.
Por ese motivo considero, esas vacaciones las más hermosas
habíamos renacido a la vida juntos y unidos para siempre.