EL LLANTO DE UNA GOTA
Sumergido en el sofá
advierto como se desliza esa gota por el vidrio del ventanal
con que sutileza avanza, viene hacia mi...
¡Que formas! no puedo resistir, debo contener su fogosidad
siento que mi corazón acelera las pulsaciones
mi cerebro convulsióna con esa cadencia inmaculada,
antes de preguntarle ¿cómo una pizca del mar
horadó el cristal sin perder la elegancia?
observo que comienza a transformarse
en un gran manto traslúcido
me cobija y humedece la piel con un cálido perfume
mis ojos inundan de placidez
la voz de la ola susurra en mis oídos,
tómala confúndete en la humedad
está sola, soltó de la cresta y no puede regresar,
en un acto de contención me acerco
intento acariciar sus ondulaciones
lamer su sal en mis labios
y motivar el fuego que de mis poros vertía,
con un cariño apasionado ciento que la transparencia
con mucha ternura y una mirada angustiosa
se diluía sobre la alfombra,
en un intento desesperado trato de restituírla
pero ya era tarde,
un lagrimeo entre mis dedos escurría.
Rubén Martín