***Cavilaciones de una noche***
Se quemó el ocaso lentamente,
las sombras de la noche
apagaron los colores opalinos,
que incrustados de oro, fueron despedidos
y dejaron a su paso solo tenues caminos.
En la plenitud de la noche,
aparecieron luceros en el firmamento,
los que juguetones formaron lindas constelaciones,
que titilaban alegres con muy lento movimiento.
Halos de luz entraron por la ventana,
mi mente perezosa solo esperaba
que llegara el sueño, pero éste de mí se olvidaba.
Me dejó de ojos abiertos y con la mente
expiando las experiencias del pasado.
Solo, absolutamente solo,
una copa de vino sobre la mesa
y varios libros me acompañaron,
uno en particular leía que sobre la vida versaba.
Dejé el libro, tomé un sorbo del vino,
me recosté sobre el viejo sillón,
cavilando me llegaron imágenes,
algunas fueron solo retazos, que en lucha
contra el olvido, se retorcían en mi mente.
Se consumieron las horas, el tiempo inexorable
siguió su paso, mi mente caviló sin cesar,
sintió nostalgia por el pasado
y dudas por el porvenir
y la pregunta: ¿Existe el futuro?
Algunos minutos pasaron,
y la respuesta: el futuro es solo una esperanza
intangible, para los sueños y las ilusiones
pero… ¿Tendré vida para lograrlo?
¿Se convertirán en realidad los sueños?
o… ¿Solo se quedarán en la nada flotando?
Un temor, una vacilación sin respuesta.
Se rasga la noche, trazos de plata aparecen en el horizonte,
de ojos abiertos comprendo que el pasado yace,
en el fondo del corazón como una añoranza,
el futuro, la incertidumbre, una ilusión que se eleva
en la mente etérea del soñador.
La ventana, sigue abierta, el viento cálido de la mañana
me motiva, siento mi corazón cargado de nostalgia,
miro los dorados rayos y también siento esperanza.
El sueño nunca llegó, la copa está vacía y terminé
de leer aquel poema de Machado que simplemente decía:
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
¡Cuánta verdad encierran tus versos, Antonio, cuánta verdad!