josecarlosbalague

LA DESEE EN EL MISMO INSTANTE QUE LA VI

 

La deseé en el mismo instante que la vi.

Deseé abrazarla, acariciarla,

tocarla, lamerla, besarla.

Y en el primer encuentro que tuvimos

di rienda suelta a mis deseos;

la estreche entre mis brazos, la acaricié, toque, lamí, besé, cuanto me plugo.

 

Pero yo quería más, mucho más de aquella maravillosa mujer.

Y así fue que en nuestra segunda cita

propuse, sin palabras, lo que de ordinario sigue al beso.

Ella comprendió. Se me entregó por completo.

No puedo expresar con palabras lo que sentimos aquella noche.

Con la pasión desbordada

el placer se sublimó

alcanzando niveles de lo sublime,

nunca antes alcanzado ella y yo

 

Aquello se repitió, naturalmente,

y en cada encuentro lo mismo,

idéntica pasión desbordada logrando la excelsitud de lo glorioso.

Convertimos esos encuentros en asiduidad;

siempre con la misma sublimidad que el primer día,

ella me ofrecía todo su ser en cada encuentro.

 

Pero con serlo todo,

a mí no me bastaba su entrega total.

Yo deseaba aún más de ella;

yo quería su amor.

Y me lo dio incondicionalmente.

 

Mas aún entonces, antes de que pudiera ser enteramente feliz,

negras nubes de incertidumbre se cernieron sobre mi

La diferencia de edad entre nosotros era enorme.

Muchos años de diferencia nos distanciaban,

tantos que yo podía ser su padre,

y se lo dije; su respuesta fue taxativa:

que a ella eso no le importaba,

que yo pudiera ser su padre, ni que ella pudiera ser mi hija.

Le daba igual

Me dijo que me quería y esto le bastaba.

Que conmigo alcanzaba niveles de placer que ningún hombre le había dado nunca

Así fue como consolidamos la plenitud en el amor que sentíamos el uno por el otro

Desde ese día, seguimos amándonos.

 

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