y el mar me besó en la frente, diciéndome
con la voz del silencio entre sus olas
que yo no iba a salir viva de esa
tempestad de luces, fríos y deseos;
que solamente sus corrientes importaban.
en sus brazos de agua,
yo era una mera miga de pan
para una gaviota que no era más
que una gota de sudor en la barbilla del sol
y nada de lo que alguna vez me había herido
era más que una nota falsa en la kalimba
de un sueño que solo parecería atrevido
hasta que mirase las estrellas.
el mar es la madre más cruel
que habría podido escoger -
la que más me manda
a vivir hasta que no quede
ni una sola sonrisa
no regalada.