En la soledad del abismo de mi habitación, cuarto nauseabundo oculto en el misterio de mis sentimientos arrebatados por el dolor del alma y del ser.
Caen de mi cama trozos del sueño nocturno donde aparece la musa de mis desdichas y alegrías, se escucha el goteo del sueño que se diluye en el alba arcaica de la madrugada.
Mi razón de existir se desvanece en las partículas del polvo que acarrea mi trayectoria del día a día, podría ser un suicidio en ese día a día, pero mi razón de existir es infinita, disfruta el morir de la esencia de mi vida.
Insectos microscópicos recorren la espina dorsal de mi diminuto cuerpo, que se va tragando el mundo cósmico que haciende en el infinito universo.
La decadencia de la luz que brota de la luna se posa cerca de mi rostro después de ser filtrada por el recoveco de la persiana, se sienten las caricias del amor eterno que se extiende por las fracciones de mi alma.
Fragmentos del tiempo recorren con furia y clamor la soledad espaciosa del enigma de la habitación, mis pensamientos y anhelos se filtran por la clepsidra y su eternidad.
El eco del silencio permanece perpetuo en mi interior retumbando en las paredes de mi acorazado corazón, los objetos sin vida acompañan mi tranquilidad después del desasosiego de la vida sin fin.