Era frío, glaciar, de silencio hecho
mi estuario,
presa era de un engranaje demoledor.
Enardecido reclama ahora mi cuerpo
tus manos.
El goce que intúyo, disipará el dolor
porque es la ternura, y es el fuego
que derramo
en la fragua que sellará nuestra unión.
Colgada, pillada, licuada hasta los huesos
me declaro,
confieso abiertamente mi adicción.
Soy tuya, cólmame de besos,
de abrazos,
júrame que por mí mueres de pasión.
Tómame, cobíjame en tu soñado lecho,
el atrio,
el principio sinuoso y prometedor.
No te resistas al instinto primigenio,
tu regazo
en ascuas encendidas, acogerá mi amor.
-Carmen C. Lizarán-